Según Eduardo Santa Cruz, hacia fines del siglo XIX y principios del XX existían en el país las condiciones para la conformación de una “auténtica prensa de empresa (…) en el marco del pensamiento liberal que hegemonizaba ideológica y culturalmente la sociedad chilena”[1]. Estas condiciones eran fundamentalmente de orden técnico-material, institucional y cultural:
el crecimiento de las ciudades y de proporción de la población urbana, el desarrollo y crecimiento del aparato educacional y la reducción del analfabetismo, el desarrollo y expansión del campo cultural, los avances tecnológicos en la imprenta y un marco legal suficientemente permisivo como para hacer atractiva la inversión de capitales en el negocio informativo, cuestión asegurada por la ley de imprenta liberal de 1872[2].
Esta ley había generado las condiciones para impulsar el debate político y la expresión de posiciones diversificadas y contrastantes, al limitar las penas en torno a los llamados abusos de la libertad de imprenta[3], lo que estimulaba a su vez el fortalecimiento de las empresas periodísticas con amplias atribuciones para operar. El impacto de esta ley se refleja en las cifras que revelan el aumento explosivo de publicaciones periódicas en el período: “si para 1898 se contabilizaban 287 periódicos y revistas en el país, en 1902 estos eran 406 y para 1914 ya alcanzaban a 531. Esto era expresión también del nacimiento de la prensa moderna, con criterio empresarial, con ofertas para públicos diferenciados y con una importante diversidad temática”[4].
En este clima de dinamización del rubro periodístico e impresor[5] se consolidan importantes empresas que serán determinantes para el sector durante gran parte del siglo XX, como es el caso del diario El Mercurio de Santiago (1900[6]), El Diario Ilustrado (1902) o Editorial Zig-Zag (1919), los que pasan a destacarse en un espacio cultural donde antes habían existido no pocos emprendimientos periodísticos sostenidos, pero sí escasos que se pensaran a sí mismos como fuentes de información autónomos y lucrativos desde el punto de vista comercial.
En este contexto, el periodismo letrado, doctrinario, iluminista y educador que había sido clave durante el período de conformación de la república comienza a dar señales de extenuación. Sin que esas características desaparezcan del todo, cobra relevancia una prensa con rasgos informativos y comerciales y una plataforma industrial de periódicos –como El Chileno (1883), El Mercurio de Santiago (1900), Las Últimas Noticias (1902); El Diario Popular (1902) o El Diario Ilustrado (1902)–, dirigidos a públicos diversos y con incipiente vocación informativa, es decir, con orientación hacia el fenómeno noticioso.
Junto con ello, el cambio de siglo abre camino a la conformación de un significativo número de publicaciones misceláneas, revistas de actualidad, arte y literatura –como Luz i sombra (1900), Instantáneas (1900), Sucesos (1902), Revista Ilustrada (1902), Zig-Zag (1905), Corre-Vuela (1908), El Peneca (1908), Selecta (1909) o Familia (1909)– que reforzarán la diversificación de los temas y segmentación de los públicos, y habilitarán una explosiva presencia de la imagen fotográfica en sus páginas[7].
Por otra parte, los rezagos decimonónicos del periodismo local comienzan a declinar en este momento, por efecto de la influencia que ejercen las grandes agencias internacionales distribuidoras de noticias e imágenes. Ellas estimulan el enfoque noticioso del acontecer y sustentan una perspectiva visual documental que explora en las posibilidades de la instantaneidad y en la condición “objetiva” atribuida todavía en esta época a la imagen fotográfica. La expansión de la imagen documental y reporteril comienza a transformarse en el correlato de un modelo de periodismo que “supuso escrituras sectoriales y regionales y, sobre todo, inmediatez y concisión”[8].
Junto con aumentar considerablemente la cantidad de imágenes como parte de su oferta visual, las publicaciones periódicas e informativas difunden los productos asociados al propio medio fotográfico, que por lo demás había mejorado sus mecanismos de captura instantánea a través del aligeramiento y flexibilidad de los negativos. Como se ha señalado antes, hacia fines del XIX ya se conocían las cámaras con rollo incorporado, lo que incrementaba las posibilidades de que el operador pudiera actuar con destreza e inmediatez ante objetos y acontecimientos fugaces. Si bien la cámara portátil favorecería en primer término su uso privado y doméstico, también promovía transformaciones en los modos de documentar acontecimientos desde una lógica que se acercaba paulatinamente a la inmediatez, condición que el periodismo del siglo XX vincularía a la constitución retórica del acontecimiento noticioso.
[1] Santa Cruz, Eduardo (2003). “El campo periodístico en Chile a comienzos del siglo XX”. Comunicación y Medios, 14, 2003, 17-29.
[2] Ibid.
[3] Ver el texto de la Ley sobre abusos de la libertad de imprenta en https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=recursoslegales/10221.3/32766/anguita18720717.pdf
[4] El estallido de las formas. Chile en los albores de la cultura de masas. (Santiago: Lom Ediciones, 2005), 93.
[5] Entre los factores que inciden en este fenómeno expansivo de la prensa moderna suelen considerarse, además, el fortalecimiento de las instituciones del estado, que favorece el surgimiento de una esfera periodística independiente y la diversificación de identidades de clase, con la conformación de sectores medios que luchan por su representación en un espacio cultural que al mismo tiempo contribuyen a enriquecer y modelar según nuevos criterios.
[6] Optamos aquí por citar el año de la fundación del diario El Mercurio de Santiago, hito relevante para la constitución de la empresa periodística El Mercurio, clave a su vez en el proceso de incorporación de la foto a los medios de prensa que nos ocupa, especialmente en su calidad de empresa impulsora de Editorial Zig-Zag.
[7] Este fenómeno de las revistas se extendió por Latinoamérica durante las primeras décadas del siglo XX, cuando se fundaron, entre otras, PBT y Caras y Caretas, en Buenos Aires; Madrugada y Máscara en Porto Alegre y Sucesos y Zig-Zag, en Santiago. En el siguiente capítulo se amplía considerablemente la discusión sobre el contenido visual y la presencia temprana de fotografías en estas revistas, para el caso de Chile.
[8] Ossandón, Carlos. “Modos de Validación del texto periodístico de mediados del siglo XIX en Chile”. Publicación virtual Url: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Chile/di-uarcis/20190628062316/Docw6.pdf