Antes de profundizar en el fenómeno de la incorporación de la imagen fotográfica en los principales diarios que la incluyeron en el contexto local, nos detendremos brevemente en la cadena de sucesos que permitieron formalizar el proceso técnico fotomecánico en el mundo europeo, a partir de una seguidilla de inventos y ajustes al procedimiento de fotograbado que se produjeron principalmente en Alemania, Francia y Estados Unidos desde mediados del siglo XIX. Esta mejora sucesiva terminó ofreciendo una notoria actualización de los sistemas de impresión de imagen fotográfica de gran tiraje en el mundo, hacia la década del 90.
Según lo que puede deducirse de la bibliografía especializada que atiende los desarrollos de las técnicas gráficas e impresoras[1], el principal problema que presentaba la fotografía durante el siglo XIX para ser impresa en medios de alto tiraje y de producción veloz era que el sistema en relieve usado para imprimir tipografía (es decir, textos) se prestaba mal para reproducir la delicada gradación tonal que requiere la fotografía en blanco y negro, es decir, el tipo de imagen técnica mayoritariamente producida en este momento. Este rasgo visual y medial fundamental, que corresponde a la fina gradación del negro hasta el blanco según la cual se conforma lo que vemos en una imagen fotográfica análoga, generaba dificultades a los impresores de textos, que habían buscado desde mediados del XIX una salida económica y visualmente satisfactoria a este problema.
Como lo representa el cuadro de la fig.4, desde 1860 se conocían en el mundo procedimientos fotomecánicos que soportaban tirajes relativamente amplios, basados en matrices planas, como es el caso de la fototipia, colotipia, cincografía, derivados de los descubrimientos del francés Louis-Alphonse Poitevin, quien había expandido las propiedades de la gelatina bicromatada al aplicarla a la piedra litográfica, impulsando así el desarrollo de la fotolitografía. Si bien la técnica de Poitevin había sido perfeccionada en las décadas siguientes por Joseph Albert[2] –quien había logrado el reemplazo de la piedra litográfica por una placa de vidrio o cobre– seguía confiando la impresión de imagen a las propiedades fotosensibles de la gelatina bicromada que, impresionada mediante el contacto con el negativo, tendía a deteriorarse por sobre las quinientas copias.
Fig. 4. Principales procesos de impresión de fotografías hacia finales del siglo XIX
La solución que permitió superar esta dificultad se basó en una modalidad para desarticular el mediotono fotográfico continuo en una serie de partículas con capacidad de funcionar bajo la lógica del relieve, o de las diferencias en los niveles de la matriz. Clave para este invento fue la interposición, entre el objetivo de la cámara de fotomecánica y el negativo, de una placa transparente en la que estaba inscrita una fina y apretada red de líneas perpendiculares opacas [fig. 5]. Esta placa tramada permitía descomponer la imagen del negativo en un conjunto de pequeños puntos que, una vez fijados en el relieve, conformarían un cliché en el que se encontraría traducida, en buena medida, la condición mediotonal de la imagen fotográfica.
Fig. 5. Elaboración de matriz con trama. Fuente: Procesos de reimpresión. Laura de la Fuente[3]
Esta solución tramada para imprimir fotografías con procesos mecánicos tuvo su primera aplicación hacia fines de 1870 en Francia. Por esta época, Charles Guillaume Petit y Fréderic Ives patentaron técnicas llamadas similigrabado y halftone (medios tonos), respectivamente, que apuntaban hacia la trama sin conseguirla plenamente. El ajuste vino del alemán Georg Meisenbach, quien en 1882 comercializó el procedimiento llamado autotipia. En 1893 los hermanos estadounidenses Max y Louis Levy presentaron un sistema de placa de medios tonos que dio mayor calidad a las impresiones fotomecánicas, las que comenzaron a ser asimiladas por las máquinas y talleres a nivel mundial[4].
Como ha señalado Sandra Szir, “la afirmación de la imagen en la cultura de los impresos está estrechamente vinculada al contexto técnico-industrial de la cultura tipográfica del siglo XIX”[5]. Puede decirse que la fotomecánica es el resultado de un perfeccionamiento de las formas de imprimir fotografía por medio de matrices en relieve, las mismas que permiten la impresión de tipos, por consiguiente, de textos. Textos que, con este invento comenzarán a ser impresos de manera simultánea a las imágenes, acelerando el proceso de producción al punto de adecuarse al ritmo de publicación diaria, que era justamente el tipo de medio al que se buscaba dotar con un producto visual económico y de calidad.
[1] De las múltiples referencias generales que sobre este punto podrían citarse aquí, destacamos Amster, Mauricio. Técnica gráfica del periodismo. (Santiago: Universitaria, 1955); Loche, Renee. La Litografía. (Barcelona: Ediciones Rufino Torres, 1975); Martín, E., Tapiz, L., Diccionario Enciclopédico de las Artes e Industrias Gráficas. Ediciones Don Bosco, Barcelona, 1981. Riat, Martin. Técnicas gráficas. Una introducción a las técnicas de impresión y su historia. (Burriana, 2006, versión digital, url: https://tecno1prause.files.wordpress.com/2013/06/tc3a9cnicas-grc3a1ficas-m-riat.pdf); C. Stulik, Dusan, Art Kaplan. The Atlas of Analytical Signatures of Photographic Processes. (Los Angeles, CA: Getty Conservation Institute, 2013, url: https://www.getty.edu/conservation/publications_resources/pdf_publications/atlas.html)
[2] Por lo que se le conoció también como albertipia.
[3] url: https://issuu.com/lauradelafuente2/docs/trabajo_1_2/271
[4] Respecto de los inventos sucesivos que perfeccionaron el proceso fotomecánico, con la concurrencia de los agentes e inventores aquí mencionados, ver el acucioso seguimiento propuesto por Gervais, Thierry. “La similigravure. Le récit d’une invention (1878-1893)”, Nouvelles de l’estampe, 229, 2010. 8-25.
[5] Sandra Szir, “De la cultura impresa a la cultura de lo visible. Las publicaciones periódicas ilustrada en Buenos Aires en el siglo XIX”. En Marcelo H. Garabedian, Sandra M. Szir y Miranda Lida, Prensa Argentina siglo XIX. Imágenes, textos y contextos (Buenos Aires: Teseo- Biblioteca Nacional, 2009). 53-84.