Un rasgo fundamental del proceso de inclusión de imagen técnica en los medios periódicos chilenos tiene que ver con los agentes empresariales que tuvieron la capacidad para adquirir y traer a Chile nuevas tecnologías, máquinas y procedimientos para sustentar líneas editoriales formadoras de públicos amplios, segmentados y aglutinados según criterios de edad, género, nivel de educación, etc. Al pasar revista por estos agentes principales, resulta relevante tener en cuenta que se trató de empresas cuyos dueños no guardaban ningún grado de representación respecto de los sectores populares, tradicionalmente definidos desde su pertenencia o referencia al mundo proletario o rural, sectores que serían sin embargo fuertemente impactados por la ampliación del radio de difusión de la fotografía en razón de su inclusión en medios periódicos.
[Fig. 8] “The new Rotary machine built for the Mercurioby Mr. Marinoni in Paris”. The Chilian Times, 24 marzo 1900
Dos casos relevantes de empresas que importaron tecnología destinada a la impresión de imágenes lo constituyen los ya mencionados diarios El Mercurio de Santiago (1900) y El Diario Ilustrado (1902), que iniciaron una suerte de competencia por liderar la “prensa seria” en Chile hacia inicios del siglo XX, lo que entre otras cosas derivó en el cese, en 1910, del diario El Ferrocarril, que había llevado la delantera en este nicho desde 1855.
Según Carlos Ossandón, El Diario Ilustrado es un medio en el que coexisten las nuevas condiciones del periodismo moderno con las pretensiones de una elite que busca marcar presencia en el terreno de la prensa. Su proyecto “estuvo ligado el conservadurismo, y más nítidamente a partir de 1908, cuando su fundador lo traspasa «a un grupo de activos políticos conservadores», cuestión que va a cambiar su línea editorial, algo más «independiente» en un comienzo”[1].
Una larga nota publicada por El Diario Ilustrado en marzo de 1952, a propósito de su aniversario número 50, permite saber que la idea de fundar un diario con “ilustraciones de fotograbado” la trajo desde Inglaterra, en 1901, Ricardo Salas Edwards, en ese momento secretario de la Legación en Londres, quien habría dejado su puesto para venir a fundar el proyecto periodístico en Santiago[2]. La máquina tenía un tiraje no superior a 900 números por hora, y fue reemplazada en 1904 por una Duplex, que hacia 1911 fue cedida al Diario Austral de Temuco y luego al Correo de Valdivia. La tercera prensa comprada por este diario fue encargada a la casa Darriey y Cía. de París y se transformó, según la misma fuente, en “el asombro del mundo periodístico de la época”, ya que “daba 20.000 números de 12 páginas y 10.000 de más volumen por hora”, no obstante fue complementada en 1913 con una adquirida en la misma casa parisina, de mayor tiraje[3].
La importancia asignada en esta reseña retrospectiva al incremento sostenido del tiraje del diario a través de la importación de nuevas prensas, permite inferir que el tiraje era precisamente la variable clave a la hora de elegir las máquinas rotativas para importar, mientras la calidad de impresión de imagen no apareció en ese momento como un factor decisivo. Esta cuestión no deja de ser relevante considerando que El Diario Ilustrado se definía por su condición visual, precisamente en tanto publicación “ilustrada”, pero no necesariamente, en sus inicios, por la nitidez de sus imágenes fotográficas. Estas fueron de calidad dispar durante varias décadas y por lo menos durante la primera época, en que la imagen fotográfica funcionaba más bien como un atractivo y una herramienta consistente con “las exigencias de una elite que requiere de espejos, proyecciones públicas y confirmaciones identitarias”[4] más que insumos visuales exhaustivos en términos de documentalidad.
La historia de la incorporación de la foto en el diario El Mercurio de Santiago, el segundo caso que abordaremos, describe una trayectoria más accidentada cuyos inicios reconducen a su publicación predecesora, El Mercurio de Valparaíso, fundado en 1827. Según el investigador Jorge Soto Veragua, autor de una historia panorámica de la imprenta en Chile, El Mercurio de Valparaíso comenzó a ilustrarse con fotografías en junio de 1902, inmediatamente después de que El Diario Ilustrado diera a conocer su primer número con fotografías en marzo de ese mismo año, convirtiéndose así en el segundo diario que imprimía sus clichés en máquina rotativa Marinoni.[5]Añade el autor que en 1905 El Mercurio de Valparaíso importó la máquina norteamericana Gross, cuyo servicio fue interrumpido a raíz del terremoto (1906), entrando en funciones al año siguiente en la sección de Santiago, lo que permitió al diario capitalino imprimir imágenes esporádicamente y sacar a circulación el Suplemento Ilustrado los días domingo.
El diario El Mercurio había sido adquirido en 1842 por Agustín Edwards Mc Clure, dueño de una de más grandes fortunas del país, cuyo patrimonio provenía de las operaciones del Banco Edwards y Cía. La apertura de una versión del periódico en la capital, en 1900, constituyó el inicio de un plan para dotar a la firma de un formato empresarial, sustentado en un ambicioso plan de negocios que enfrentó, en sus primeros años, la dura competencia de El Diario Ilustrado y del todavía sobreviviente El Ferrocarril, como también del diario La Tarde, fundado en 1897 y cuyo horario de aparición le otorgaba ventaja comercial. Hacia 1901 este plan de Edwards lo había llevado hasta la ciudad de Nueva York para observar de primera fuente el funcionamiento y la tecnología de los principales diarios de la ciudad. En ese viaje adquiriría la prensa Marinoni con la que se daría inicio a la impresión de imágenes en El Mercurio de Valparaíso y, según Bernedo y Arriagada, reconocería “las ideas que le permitirían consolidar su proyecto periodístico”[6]. De ese viaje habría surgido además el interés del empresario por la práctica del reporteo, que progresivamente se iría instalando también como necesaria en lo que respecta al trabajo fotográfico, “cuando incluso sus principales ejecutivos todavía concentraban su preocupación en los editoriales”[7]. Su gira por Nueva York permite a Edwards Mc Clure entender, por otra parte, el rol central de la publicidad y de la información financiera y bursátil como clave para despertar el interés de aquel segmento objetivo que daría respaldo a su visión del periodismo como negocio.
Volviendo a las primeras apariciones de fotografías en las páginas de El Mercurio de Santiago, es importante señalar que dichas imágenes ingresaron discretamente a la publicación, sin hacerse notar de manera significativa. Esto puede explicarse en el hecho de que, si bien la imagen fotográfica era un signo claro de modernidad, también quedaba asociada a cierto grado de efectismo empleado para llamar la atención de sectores sociales menos familiarizados con la lectura, con los que el diario no buscaba establecer una relación preferencial. Por el contrario, el recurso visual y el uso de la fotografía fue intensamente explotado en los medios asociados a la empresa mercurial, como la revista Zig-Zag, Corre-Vuela (1908- 1927), Selecta (1909- 1912), Pacífico Magazine (1913- 1921) y las que se sucedieron después de la alianza con Imprenta Universo en 1919, con la que se dio inicio a Editorial Zig-Zag. La necesidad subyacente a dichos medios de captar a públicos nuevos como niños, jóvenes, mujeres, sectores de ingresos medios y otros, se tradujo en una creciente apelación a las retóricas de la imagen, en buena medida fotográfica, y a una exploración mucho más atrevida de sus potenciales de comunicación y persuasión que la que se permitiría el medio informativo diario, que se cuidaba de blindar su sello informativo “serio” orientado a hombres ligados al poder, la política, la economía y los negocios[8].
Respecto de la incidencia de la imprenta Universo en la introducción editorial de la fotografía en los medios periódicos a los que hemos hecho referencia, cabe destacar que su fundador, Guillermo Helfmann, resulta ser una figura clave en el caso de los dos diarios principales que hemos puesto de relieve, lo que confirma su condición de agente especializado con conocimientos reconocidos por el medio impresor chileno[9].
[1]Carlos Ossandón. “El Diario Ilustrado. Modernidad y ensoñación indentitaria”, Mapocho 54, 2003. 77-90. (Cita corresponde p. 80). Las referencias entrecomilladas dentro de la cita provienen de Raúl Silva Castro, Prensa y Periodismo en Chile (1812-1956) (Santiago: Ediciones de la Universidad de Chile, 1958), 367.
[2] La nota señala: “Adquirió la prensa Marinoni plana, bastante vieja, pero especialmente adecuada para la impresión de grabados: arrendó un local en calle Agustinas 956-960, buscó colaboradores, y venciendo dificultades de carácter técnico y financiero pudo por fin, el 31 de marzo de 1902, editar el nuevo diario”. Sin datos de autor, “Breve reseña de la fundación de “El Diario Ilustrado” y de su vida”. El Diario Ilustrado, 31 marzo, 1952, 25, 29, 32.
[3] En la reseña se alude también a una máquina con impresión de cinco colores, que fue comprada en 1918 a la familia del periodista Enrique Delpiano.
[4] Ibid.
[5] “Las impresiones se hacían estereotipadas y fue lo mejor que se publicó en esa fecha. Las estereotipias se hacían con cartones que se habían adquirido del “New York Herald” de Estados Unidos, especiales para trabajos de clichés. Este diario mantuvo sus ilustraciones hasta septiembre del mismo año, suspendiéndolas en sa época, no sabemos por qué causas. En “El Mercurio” de Santiago también se hicieron tentativas para ilustrarlo, desde diciembre de 1902, pero con clichés directos aplicados sobre las esterotipias”. Jorge Soto-Veragua, Historia de la imprenta en Chile: desde el siglo XVIII al XXI. (Santiago: Editorial Árbol Azul, 2009) 155-156.
[6] Bernedo, Patricio y Arriagada , Eduardo. (2002). “Los inicios del El Mercurio de Santiago en el epistolario de Agustín Edwards Mac Clure” (1899-1905). Historia, 35, 13-33. Según apuntan los autores citados, este viaje lleva al empresario a tomar contacto con un contexto de claro liderazgo en relación con la industria de la prensa, como era la ciudad de Nueva York, donde diarios de gran importancia como The New York Herald, The New York Times, y otros emergentes como The New York Sun, The New York Herald y The New York Tribune se disputaban a los lectores, convirtiendo en categorías respetables los datos informativos duros y la calidad del reporteo.
[7] Ibid.
[8] Según señala Nicole Iroumé, dada la baja calidad que presentaba la fotografía impresa a inicios del siglo XX, la prensa diaria seguía confiando en la estampa, cuyo desarrollo industrial estaba consolidado, asegurando su calidad. Por otra parte, la ilustración sería un medio más coincidente con el gusto promedio para aquel entonces. Esto explicaría en alguna medida la demora de la prensa diaria en hacer un uso intenso de las propiedades del medio fotográfico. Iroumé, Nicole. “La fotografía impresa. El caso de las revistas juveniles en Chile”. En Juventud y fotografía en revistas juveniles chilenas del siglo XX. Aguilera, Oscar e Iroumé, Nicole. (Santiago: Ril Editores, 2018), 143-206.
[9] Respecto de este dato citamos como fuente al investigador Jorge Soto Veragua, quien, a propósito de las primeras tentativas de impresión fotográfica por El Mercurio de Santiago, en 1902, señala: “Este diario continuó dando ilustraciones, con alguna intermitencia hasta 1904 haciendo los clichés el fotograbador Guillermo Segundo Helfmann” (156). Por otra parte, el ya citado artículo conmemorativo de los 50 años de El Diario Ilustrado señala: “El Diario introdujo el fotograbado y los primeros clichés los hizo un señor Helfmann, en su taller de la calle San Diego, que guardaba el mayor secreto en las manipulaciones para conservar el monopolio de su venta”.