La conformación de una primera cultura de masas[1] asociada a la industrialización de la prensa ha sido observada con detalle en Chile desde la perspectiva de los estudios culturales y la historia de las ideas, por autores como Carlos Ossandón y Eduardo Santa Cruz, en sus sucesivas aproximaciones a la conformación de la prensa moderna local[2]. De acuerdo a estos autores, los orígenes del fenómeno se ligan a cierto efecto de extenuación de la cultura letrada decimonónica, impulsado por la formación de una industria periodística que cataliza y canaliza nuevas sensibilidades y nuevas maneras de concebir la cultura, la actualidad, la opinión pública y la comunicación social bajo la lógica de la información y la entretención. Los rasgos de este proceso se dejan sentir en las transformaciones que vive la prensa del período, la que desarrolla estrategias claramente comerciales, como la segmentación de grupos receptores, ofertas temáticas diversas, posicionamientos editoriales variados y elaboración incipiente de la información dentro del marco de lo noticioso, lo que deriva en el incremento de su poder de influencia y repercusión social, con impacto modelador de actitudes, opiniones, aficiones, valores y costumbres.
Los aspectos de este fenómeno que atañen a la imagen –o incluso dependen de ella—son habitualmente consignados por quienes se ocupan de analizar e interpretar históricamente la formación de la cultura de masas en Latinoamérica, aunque no siempre se asigne relevancia a los aspectos diferenciales y específicos que los objetos visuales presentan en el proceso. En sus investigaciones sobre la cultura impresa argentina de principios del siglo XX, Sandra Szir constata que “los trabajos sobre periodismo muestran escaso interés por los dispositivos visuales”[3], enfocándose de modo bastante excluyente en los discursos verbales y sus transformaciones. En Chile, las investigaciones de Santa Cruz y Ossandón, lejos de descuidar la incidencia de la imagen y en particular de la fotografía en la constitución de una primera experiencia de recepción masiva impulsada por los medios de prensa, la destacan, ofreciendo aproximaciones a casos de particular interés. Sin embargo, la técnica de la fotomecánica que hizo posible la inclusión de la fotografía en publicaciones periódicas, como los efectos culturales de la discontinuidad que ella incorpora a la experiencia de imagen, se encuentran obviamente al margen del campo de observación de estos investigadores del área de las ciencias sociales, por lo que persisten como dimensiones no visualizadas del fenómeno.
Entrando al problema desde la teoría del arte y los estudios de la imagen, nuestro interés es calibrar la incidencia e inscripción de la imagen fotográfica impresa, de carácter discontinuo, en la definición de la cultura visual masiva. Esto implica que, junto con poner atención en los eventuales contenidos, informaciones, signos, temáticas y motivos presentes en las imágenes, enfatizamos un enfoque medial atento a los modos de aparecer de éstas bajo la forma discontinua, que afecta tanto la estructura visual de la imagen en sí, como a su ubicación y montaje como parte de estrategias editoriales (las que implican regularmente, además, convivencia de la imagen fotográfica con otros medios de la imagen)[4].
Desde las variables y dimensiones del enfoque medial, atento a los modos de constitución técnica de la imagen, como a sus materialidades, tradiciones y modos de circular, nos proponemos abordar la discontinuidad de la fotografía impresa como un fenómeno específico. Según lo percibimos, este fenómeno habla de una tecnificación progresiva de esta imagen dentro el régimen industrial que afecta de manera creciente la producción de objetos visuales e información, en el período estudiado.
En lo que respecta a la condición formal y material de la imagen discontinua sostendremos que es posible reconocer antecedentes remotos de dicha discontinuidad en imágenes conformadas a partir de unidades discretas de diferente naturaleza, en distintos momentos de la historia. Si bien algunas de estas imágenes respondieron a objetivos de reproducibilidad y circulación similares a los que explican el desarrollo de la fotografía impresa, por lo general tuvieron efectos y significaciones culturales notoriamente diversas que vale la pena considerar.
[1] La noción de “cultura de masas” que adoptamos en este estudio no tiene la impronta crítica que le asignó de manera determinante la Escuela de Frankfurt, fundamentalmente a partir del planteamiento de Adorno y Horkheimer, para quienes ella implica estandarización de realidades, producción cultural en serie y transformación de los destinatarios en receptores pasivos y consumidores manipulados. Adoptamos aquí la noción “cultura de masas” más bien como una categoría descriptiva para referirnos, como lo hacen los autores de Cultura popular y cultura de masas. Conceptos, recorridos y polémicas (Zubieta, Ana María (dir). Buenos Aires, Barcelona, México: Paidós, 2000), a aquel tipo de cultura “producida o reproducida por medios técnicos, pensada para ser dirigida a un público considerable en cantidad”, que puede comprenderse, por otra parte, como “el desarrollo cultural propio del capitalismo” (117). Asumida de este modo, se trata de una cultura que tiene rasgos específicos, es decir, sus propias reglas y desarrollos. Esto significa que no es una cultura degenerada ni subordinada a la llamada “alta cultura”, sino una cultura alternativa y en muchos casos crítica, que incluye lecturas desviadas o resemantizaciones de los discursos oficiales o industriales, efectos producidos, en general, como fenómenos de recepción. Esta última perspectiva se desarrolla en función de una idea de relativismo cultural, concepto instaurado por Levi-Strauss, quien “da a lo popular el rango de cultura, e instaura el principio de que las culturas deben ser descritas según sus propios códigos y valores” (Ibid. 101), como también tomando en consideración el sistema de diferencias de fuerza que se dan dentro de una sociedad.
[2] Del profuso aporte que los autores han hecho en esta dirección, destacamos los libros, Ossandón, Carlos y Santa Cruz, Eduardo. Entre las alas y el plomo. La gestación de la prensa moderna en Chile. (Santiago: Lom Ediciones, 2001) y El estallido de las formas. Chile en los albores de la cultura de masas. (Santiago: Lom Ediciones, 2005).
[3] Szir, Sandra. “Reporte documental, régimen visual y fotoperiodismo. La ilustración de noticias en la prensa periódica de Buenos Aires (1850-1910)”. Caiana 3, 2013, 1.
[4] El corpus propuesto para el grueso de esta investigación está compuesto por alrededor de 240 imágenes, correspondientes a 25 medios impresos en Chile en el período 1880-1920. Esta selección se realizó a partir de un total de 116 medios impresos, entre diarios y revistas, circulantes en Santiago y Valparaíso entre los años señalados, los que fueron revisados en la Biblioteca Nacional y en el Archivo Central Andrés Bello. En concreto se revisaron las siguientes publicaciones periódicas: La Lira Popular (1866-1930), Luz i sombra (1900), Instantáneas (1900), Sucesos (1902), Revista Ilustrada (1902-1904), Zig-Zag (1905), Corre-Vuela (1908), El Peneca (1908-1960), Selecta (1909-1912), Familia (1909-1928), Silueta (1914), Pacifico Magazine (1915), El Ring (1917), The Chilian Times (1876), Las Noticias Gráficas (1903), La Aurora Feminista (1904). Y las siguientes Publicaciones diarias: El Mercurio de Valparaíso (1827), El Ferrocarril (1855), El Chileno (1883), El Mercurio de Santiago (1900), El Diario Ilustrado (1902), El Diario Popular (1902), Las Últimas Noticias (1902), La Nación (1918).