Como se deriva del análisis ofrecido por Paula Dittborn en su artículo “Discontinuidades en imágenes no fotográficas: algunos antecedentes en la tradición artística”, en esta misma web, uno de los aspectos que permite distinguir a la imagen fotográfica de puntos de otras imágenes discontinuas facturadas en el pasado, es que esta se materializa en un soporte perfectamente continuo, como el papel de diario o revista (o en el propio cliché metálico), [fig. 9]. Es, en cambio, la superficie visible de esta imagen la que se encuentra discontinuada por efecto de los puntos, idealmente uniformes y completamente separados entre sí, los cuales se reparten conformando zonas de materia impresa de densidad variable que permiten simular el aspecto continuo del mediotono de la fotografía análoga.
Fig. 9. Cliché de punto. (Gentileza Sebastián Robles)
Los llamados granos que conforman la sutil gradación del blanco y negro de esa fotografía tradicional (análoga) no presentan ninguna uniformidad y se distribuyen sobre la superficie de un modo no controlado por la voluntad de operador fotográfico, y ni siquiera controlado por los mecanismos de la cámara. Puede decirse que esa distribución es el resultado azaroso de la coordinación del mecanismo físico de captura de la luz y el proceso químico de su retención sobre una superficie sensibilizada, al interior de la cámara. Al descomponer la superficie granulada de la fotografía análoga a través de la rejilla que incorpora el procedimiento fotomecánico, esa discontinuidad infraóptica y caótica ingresa en un orden discreto. Un orden que ahora sí se ajusta a una retícula uniforme. En la matriz de impresión, resultado de la intermediación de trama, estos puntos son convertidos en relieves de mayor o menor dimensión (aunque también existen matrices donde lo regulado es la profundidad del espacio donde ingresará la tinta). Lo que controlan ambas variables, dimensión o profundidad, resulta ser en último término la cantidad de tinta a retener para la conformación de cada microfragmento de la imagen. El cliché puede definirse en este sentido como un sistema de información acerca de la administración de materia impresora (tinta) que precisa cada unidad discreta para aportar a la constitución del mediotono, por medio del cual la imagen se configurará como totalidad.
De todo esto se deduce que la imagen impresa con trama de puntos es el resultado de un sistema técnico informacional constituido para entregarle datos a la máquina de impresión, datos que son de naturaleza distinta respecto de aquellos que extraerá de la imagen el ojo y la conciencia interpretante del sujeto. En el primer caso, se trata de una información puramente formal y material, desligada de todo contenido simbólico, en el segundo, de contenidos que pueden adquirir sentido subjetivo, ya sea porque la fotografía trasmite algo acerca de un objeto o suceso o porque genera un afecto o impresión.
Lo anterior permite afirmar que la trama de la fotografía impresa constituye un temprano paso en un proceso que descompone la imagen técnica y la hace susceptible de convertirse en información visual interpretable no solo por sujetos sino por máquinas y aparatos que participan de la comunicación social contemporánea. Su incorporación constituiría la primera fase de un proceso que el teórico francés de los medios, Bernard Stiegler, llamará discretización, o bien gramaticalización de los contenidos u objetos de memoria. En términos generales, la gramaticalización consiste en una separación progresiva de los contenidos u objetos de memoria en segmentos que conforman un código o un tipo de escritura. Con su gramaticalización, los aparatos y los sistemas técnicos a través de los cuales la fotografía se inscribe, y sobretodo reproduce, se convertirían a su vez en umbrales a través de los cuales esta comenzará a ser “administrada” en un sentido industrial[1].
[1] En el caso de la fotografía la primera fase de discretización puede ser considerada correspondiente a la propia invención del aparto fotográfico, que hace posible una incipiente separación programada entre imagen recordada e imagen técnicamente retenida y objetivada, separación que irá incrementándose en la medida en que la imagen fotográfica es mediada a través de diversos dispositivos que reproducen reproducciones. Stiegler sugiere que lo que la imagen fotográfica encierra como recuerdo externalizado –en tanto materialización de aquello alguna vez percibido en forma visual– va perdiendo su naturaleza y en particular su carácter corporal de huella, en la medida en que la imagen se gramaticaliza, en un proceso que no hace sino poner en evidencia o remarcar su condición intrínsecamente informativa. En todo caso, hay que advertir que esto no ocurre para Stiegler solo con las imágenes sino también, por ejemplo, con el sonido, desde el invento del fonógrafo. Stiegler, Bernard. “Memory”. En, Mitchell, W.J.T. y Hansen, M. (eds). Critical terms for media studies. (Chicago: The University of Chicago Press, 2010), 64-87. El autor también se refiere a la condición discreta de la imagen en “La imagen discreta” (Derrida, Jaques; Stiegler, Bernard. Ecografías de la televisión. Entrevistas filmadas. Buenos Aires, Eudeba, 1998).