Siguiendo lo efectuado por Sucesos, Corre Vuela también inquirió en el espectro de posibilidades que abría la imagen técnica para explorar temáticas y motivos del mundo popular. Ampliando las estrategias editoriales de la incipiente industria de aunar lo nuevo con lo viejo, por una parte, rehabilitó temas tradicionales, como los tipos populares [fig. 9], y echó mano al registro sensacionalista que apareció marcadamente en ciertos pliegos de la Lira Popular, mostrando sin cedazo a criminales abatidos en el sitio del suceso o en la morgue [figs. 10 y 11]. Pero, por otra parte, aparecieron entre sus páginas otra clase de fotografías impresas que aludían a las formas de socialización y esparcimiento populares propias de la vida urbana, algunas que conservaban su raigambre tradicional, como la concurrida fiesta de noche buena celebrada en la Alameda [fig. 12], y otras que se habrían paso y que estaban claramente influenciadas por los modos de la incipiente cultura aburguesada [fig. 13], como los banquetes ofrecidos por los miembros de sociedades civiles o los diversos certámenes y “fiestas sportivas” [fig. 14].
Otro tema importantísimo que se abrió paso entre las páginas de la revista, fueron los reportajes y, por ende, fotografías alusivas a las aglomeraciones populares, concitadas por las huelgas y movilizaciones obreras [figs. 15 y 16]. En ellas se evidenciaba la gruesa presencia que empezó a tener el pueblo en la esfera pública, que hicieron de su consideración algo inevitable, pero, sobre todo, dejaban ver su envergadura, su volumen, su proliferación ineditable o no editorializable.
Así, podría decirse que en las fotos de eventos deportivos y culturales aglomerantes, pero particularmente en las de huelgas de miles de trabajadores, comenzaba a ontologizarse al pueblo como masa, es decir, en las páginas de Corre Vuela se elaboraba visualmente lo que la industria editorial fraguaba en el terreno cultural: la conversión del lector en público de masas [figs. 17 y 18].
Por ello, pensamos que la imagen técnica debió lidiar no solo con la necesidad de construir otras miradas sobre lo popular, alineadas con las lógicas del aparato industrial, sino también con la gruesa presencia que empezó a tener el pueblo en la esfera pública, que hicieron de su consideración algo inevitable e insoslayable.
De tal forma, lo que buscó la imagen técnica de esta época fue indagar en los límites de la promesa democratizadora: una visibilización de lo popular que mantuviera la ilusión de una participación integradora, que propiciara y alimentara el consumo por parte de los sectores precarizados —sostén de la industria—, pero que perpetuara, a la vez, su exclusión del control de los medios productivos, la neutralización del conflicto y su lugar irrevocable en el hemisferio de lo dominado.