El ingreso de la fotografía a un conjunto de medios impresos que ya contaba con algún porcentaje de contenido visual tuvo distintas etapas, cuyo análisis permite evidenciar una serie de momentos de adaptación, rechazo y sobrevivencia de distintas tecnologías y visualidades, que, en su conjunto, sin embargo, no demuestran un recorrido evolutivo hacia la pérdida absoluta de la visualidad manual.
La revisión de los usos y funciones de la fotografía en los medios de prensa del periodo, permite evidenciar que estos consideraron discursivamente a la fotografía como una entrada al conocimiento y la utilizaron, junto a la palabra escrita y a la imagen manual, como un modo fundamental de comunicación visual. En el contexto de estos medios la fotografía gana un nuevo espacio para la circulación, ampliando la gama de sus usos sociales y asumiendo un nuevo estatus en relación con otras imágenes. Este, sin embargo, será para el periodo estudiado un espacio todavía flexible y poroso, otorgando a la imagen un rasgo dinámico y multifacético, y no está aún dotado del protagonismo que tendrá la representación fotográfica en la prensa posterior, donde llegará incluso –a través del fotorreportaje–, a funcionar como único contenido comunicacional (donde el lenguaje escrito estará casi ausente, a excepción de titulares).
En este sentido, el estudio de las revistas y diarios del periodo permite entender las conexiones entre tecnologías residuales y emergentes en relación a la visualidad de la época, y los imaginarios que se asocian y derivan de esto. Dicho de otro modo, en la prensa del periodo, y en el contenido visual que esta pone en circulación, se evidencian los largos procesos de sobrevivencia de las imágenes de factura manual y el lento tránsito hacia el predominio de la imagen fotográfica.
La fotografía en estos medios, si bien solidifica algunos imaginarios que le serán históricamente propios en la modernidad –como es la difusión de la imagen social de las clases dirigentes, a través de la sobrevivencia del retrato[1], o de los desarrollos industriales asociados a la ciudad moderna–, establece durante este periodo también relaciones que serán provisorias. En este sentido pueden comprenderse las palabras de Susan Sontag, sobre los modos en que la fotografía “altera y amplía nuestras nociones de lo que merece la pena mirar y de lo que tenemos derecho a observar”[2]. La masiva circulación de imágenes fotográficas en medios impresos como libros, postales y publicaciones diarias y periódicas, genera una pérdida de la perspectiva y la jerarquía de los eventos e informaciones que circulan. Así, aparecen temas nuevos que solo funcionan gracias a su representación fotográfica: la última moda en los peinados y cortes de pelo de perros, el hombre más gordo el mundo, las señas secretas entre los presos de las cárceles londinenses, etc., eventos cuya relevancia se cimenta únicamente sobre la existencia de su imagen fotográfica.
Una cuestión significativa, y cuya transformación marcará el nacimiento del fotoperiodismo moderno, momento posterior al analizado en este artículo, es todavía la ausencia de fotografías propiamente instantáneas, muy escasas aun en los medios de la época que deben conformarse con imágenes a medio camino entre un medio mecánico y una representación escenificada. La escenificación, la pose, la reproducción y otras alteraciones a la elogiada naturaleza documental de la fotografía evidencian que esta ingresó a la industria editorial con una serie de funciones que estaban todavía siendo probadas y ejercitadas, algunas de las cuales serán abandonas y otras sobrevivirán hasta la actualidad.
[1] Ver Serie visual: Retrato masculino y poder.
[2] Susan Sontag, Sobre la fotografía (Ciudad de México: Santillana Ediciones Generales, 2006), 15.