Por Paula Dittborn
A continuación quisiera analizar cuatro medios visuales que, si bien emergieron y se desarrollaron en contextos muy lejanos al de los inicios de la fotografía impresa en Chile, han recurrido a una misma estrategia. Me refiero a la discontinuidad, entendida como la configuración de las imágenes mediante la yuxtaposición de unidades de distinto tono o color, en contraste a lo que sería en cambio una configuración mediante la mezcla, degradación o superposición de los tonos o colores –tal como se hace en la pintura al óleo o en los laboratorios fotográficos. Esas unidades de distinto tono o color son llamadas al interior de este ensayo unidades discretas, en concordancia al uso que hace Lev Manovich de este término lingüístico[1]. Lo interesante es que, si bien los medios que analizaremos se ven obligados a recurrir a la discontinuidad debido a las limitaciones propias de los materiales empleados en cada uno de ellos, sus tramas características serán eventualmente imitadas en obras o incluso movimientos pictóricos, en los que en cambio sí es posible la continuidad[2].
El propósito de este análisis es entender la imagen fotomecánica al interior de una tradición visual más amplia, dentro de la cual se consideren no solo variables históricas y temáticas sino también estructurales en un sentido formal. Curiosamente esa tradición no pareciera estar integrada por los medios que comúnmentente son considerados artísticos, vale decir aquellos que a partir de cierto momento pasaron a formar parte del sistema de las Bellas Artes –tales como el dibujo, la pintura, o la escultura– sino en cambio por aquellos medios que suelen ser asociados con las prácticas artesanales. Por lo tanto, tampoco son medios que hayan estado vinculados a la producción de imágenes de carácter propiamente estético, sino más bien devocional, ornamental o narrativo. Se trata concretamente del mosaico, el tapiz, el azulejo y la técnica orfebre del esmalte o cloisonné. Confío que al deternernos en sus respectivas discontinuidades no solo podremos apreciar aquello que cada uno de ellos comparte con la fotomecánica, sino también y sobre todo aquello que por contraste le es particular a la fotografía impresa en tanto imagen discontinua.
Detalle del mosaico del ábside de la Catedral de San Clemente en Roma (1264)
[1] Lev Manovich, El lenguaje de los nuevos medios de comunicación (Madrid: Paidos, 2005).
[2] La representación de la división del cloisonné, la trama del mosaico y la compartimentación del tapiz pueden ser apreciadas en una de las series visuales publicadas en este sitio web, titulada “La representación pictórica de la trama discontinua”.