El aporte que Milet realiza a la fotografía temprana de sujetos mapuche en Chile no es menor. Esta producción fue en su mayoría realizada en las últimas tres décadas del siglo XIX por los fotógrafos Cristian Valck, Obder Heffer y por el propio Milet. Si bien hay algunas fotografías anteriores a esta época, puede decirse que los primeros retratos de estudio de indígenas mapuche en Chile corresponden a la producción de los tres fotógrafos mencionados[1]. Estas son representaciones normalmente conocidas como retratos o fotografías de tipos culturales, concepto que será trabajado en apartados posteriores.
En cuanto a la zona en que Milet desarrolló su trabajo —la ciudad de Traiguén, ubicada en plena zona fronteriza—, cabe decir que ella había adquirido hacia el último cuarto de siglo “todas las características de [una] ciudad de dos mundos”[2]. Esta hibridación es resultado de las recientemente finalizadas campañas de Ocupación de la Araucanía (1861-1883)[3], que tienen una serie de consecuencias a nivel social, económico y cultural, generando entre otras cuestiones una reorganización de las dinámicas de poblamiento de los territorios ocupados: por una parte las tribus indígenas pierden la autonomía territorial (y cae, con esto, la histórica frontera indígena) y por otra, se incrementa, financiada por el gobierno, la colonización extranjera. Asimismo, con el fin de la ocupación militar penetró en estas regiones el pujante movimiento modernizador que con vehemencia impulsaban las clases dominantes, ávidas de alcanzar el progreso material e industrial del que gozaban Europa y Estados Unidos, y entre cuyas consecuencias destaca la llegada del ferrocarril y el cable del telégrafo a los territorios recién dominados.
¿Qué coyunturas históricas son las que permiten el establecimiento de fotógrafos itinerantes en regiones alejadas de la capital? ¿Qué atractivo ofrece La Frontera indígena a los retratistas? En lo que concierne al desarrollo de la fotografía en el medio en que Milet inicia sus operaciones como fotógrafo profesional, puede observarse que “a partir de 1880 y paulatinamente, se incorporaron al mercado los inmigrantes europeos [que devinieron] en una clientela de gran importancia para los fotógrafos…”[4], por lo que es probable que la población inmigrante de la zona de la Araucanía haya significado un importante incentivo comercial, posibilitando un ingreso económico estable, antes impensado.
Este periodo coincide además con la inclusión de nuevos grupos sociales al estudio fotográfico:
“Con el paso de los años, otros grupos sociales fueron incorporándose a la clientela, en algunos casos por la propia decisión de inmortalizarse, en otros por imposición de las clases superiores, o bien por haber alcanzado el rango de “modelos” para los fotógrafos, como ocurrió con las producciones de retratos con indios y con negros [en algunos países de Latinoamérica].”[5]
Es por esta misma época, en el último tercio del siglo XIX, que aparecen las series temáticas fotográficas, como “uno de los efectos inmediatos de la producción de imágenes en formato carte de visite. Entre estas series destacan los llamados “tipos”, verdaderos conjuntos de imágenes que muestran aspectos raciales y culturales de los pueblos nativos”[6]. Probablemente inspirados en las primeras fotografías de viajeros o misioneros, los fotógrafos comerciales de estas zonas fronterizas, como Milet, llevaron a sus estudios a sujetos indígenas para retratarlos según los parámetros de la fotografía de estudio. Y, como señalan Giordano y Méndez, muchos de estos retratos eran coleccionados en álbumes familiares como imágenes costumbristas. Aun así, y siguiendo lo que ha señalado Deborah Poole, a pesar de la naturaleza “social” que tuvieron comúnmente estos retratos (en carte de visite), es posible que para el caso de los retratados indígenas las fotografías no hayan funcionado como objetos de intercambio y exhibición social (como lo eran para la población blanca), sino como objetos comerciales que ofrecían buenas perspectivas económicas a los fotógrafos.
El uso del cabinet por tanto no es menor: este formato, como se revisará en apartados posteriores, fue utilizado principalmente para retratos de estudio y llegó a ser tan popular debido a su bajo costo que por décadas monopolizó el quehacer fotográfico “social” a nivel mundial. El cruce de temas indígenas, usualmente trabajados por la fotografía científica o antropológica, abre, por tanto, una serie de cuestiones ligadas tanto a la popularidad del motivo (mapuche/indígena), como del soporte. Desde el interés y la experticia comercial de la práctica fotográfica es que llega Milet a establecerse en la frontera mapuche, siendo probablemente por esto por lo que replica su experiencia como fotógrafo “de sociedad” para retratar a la población mapuche, manteniendo su quehacer en el marco de la retratística de estudio.
[1] Margarita Alvarado ha dedicado a ellos una extensa investigación, registrada en: Margarita Alvarado, Pedro Mege, Christian Báez, Mapuche. Fotografías siglos XIX y XX. Construcción y Montaje de un Imaginario (Santiago: Pehuén Editores, 2001); “La Huella Luminosa de los Fotógrafos de la Frontera”, en Historia de la fotografía en Chile: rescate de huellas en la luz, eds. Abel Alexander et al. (Santiago: Centro Nacional Patrimonio Fotográfica, 2000); “Los secretos del cuarto oscuro y otras perturbaciones fotográficas. Recursos y procedimientos en la construcción y el montaje de un imaginario”, en Revista Chilena de Antropología Visual (Santiago: Jul. 2001); Los pioneros Valck: Un siglo de fotografía en el sur de Chile, (Santiago: Pehuén, 2005) escrito en conjunto con Mariana Matthews y “La desfiguración del otro: sobre una estética y una técnica de producción del retrato “etnográfico”, en Aisthesis (Santiago: Jun. 2001), escrito en conjunto con Peter Mason; entre otros.
[2] Margarita Alvarado, “La Huella Luminosa de los fotógrafos de la Frontera”, 18.
[3] La zona sur del territorio, comprendida entre los ríos Biobío y Toltén y de carácter mayormente rural, fue conocida hasta fines del siglo XIX como “La Frontera”, pues se había mantenido en estado “rebelde” hasta la década de 1860. La vasta región que se encontraba hasta entonces en manos de grupos y tribus indígenas que ejercían autonomía territorial, fue ocupada militarmente por el gobierno de José Joaquín Pérez. Este proceso, conocido como la Ocupación de la Araucanía, se prolongó con altos y bajos durante más de tres décadas (1861-1883). En Argentina, por otra parte, se lleva a cabo un proceso similar conocido como la Conquista del Desierto, entre 1878 y 1885 (aun cuando se realizaron expediciones militares con mucha anterioridad, desde la década de 1830 aproximadamente). La Conquista fue una gran campaña militar, especialmente cruenta, realizada por el gobierno argentino contra los pueblos indígenas (principalmente mapuche y también algunos grupos tehuelches), con la finalidad de ejercer dominio efectivo sobre las regiones pampeanas y la Patagonia, bajo autoridad, hasta entonces, de importantes y poderosos caciques.
[4] Mariana Giordano y Patricia Méndez, “El retrato fotográfico en Latinoamérica: testimonio de identidad”, en Tiempos de América Nº 8 (Madrid: CIAL, 2001), 127.
[5] Mariana Giordano y Patricia Méndez, “El retrato fotográfico en Latinoamérica”, 124.
[6] Margarita Alvarado, “La Imagen Fotográfica como Artefacto: De la Carte de Visite a la Tarjeta Postal étnica”, en Revista Chilena de Antropología Visual (Santiago: Jul. 2005), 243, http://www.rchav.cl/imagenes4/imprimir/alvarado.pdf