El fenómeno del rapto (y cautiverio), como se apuntó anteriormente, fue problematizado por las sociedades latinoamericanas de modo que éstas centraron la mirada en la cuestión de la necesidad de civilizar. Esto trajo consigo una invisibilización del problema de la cautiva como sujeto real de la sociedad, cuestión que entre otras cosas explica la ausencia de representaciones fotográficas asociadas a una práctica cultural recurrente al pensar la interacción entre el pueblo mapuche y la “nación chilena”.
Esta invisibilización no ocurrió con el mismo rigor en otros contextos (como Estados Unidos), donde sí es posible dar con ciertas representación de mujeres cautivas, tanto en el contexto mismo donde su rapto tuvo lugar como luego de su rescate. Olive Oatman (1837-1903), fue raptada junto a su hermana por indígenas mojave, si bien la hermana murió en cautiverio (momento trágico al cual hace referencia el grabado), Olive regresó años después a la sociedad blanca, incluso luego de haber sido tatuada en el rostro durante su cautiverio. Tanto la historia de su sobrevivencia como los tatuajes faciales llamaron profundamente la atención de numerosos fotógrafos que la retrataron de vuelta en la civilización blanca, en los que aparece con pulcras y recatadas ropas occidentales, imágenes que fueron posteriormente reproducidas en grabados que ilustraron múltiples novelas de su vida (imagen de la derecha)[1]. En este caso el retrato ha apuntado a configurar una imagen identitaria de Oatman, carente de efectos de fantasía o solapamiento, como si el cautiverio fuera la condición de posibilidad del interés retratístico de la joven. La presencia de los tatuajes en contraste con la “limpieza occidental” del resto de los atributos retoman el exotismo del motivo, convierto al sujeto en una suerte de celebridad. Esto se vuelve evidente en el retrato de la izquierda, probablemente realizado en carte de visite o cabinet, que tiene impresa la palabra “souvenir”, es decir, fue comercializado públicamente como recuerdo, y en letra manuscrita presenta además la leyenda: Olive Oatman sobreviviente de los mojave (traducción).
En el archivo fotográfico del Musée du quai Branly Jacques Chirac, de París, hay una fotografía datada entre 1860 y 1879 que si bien resulta un tanto confusa, representa a un grupo de indígenas ranqueles en Argentina, aparentemente al interior de un estudio fotográfico. Según la descripción la imagen retrata a una india ranquel junto a una mestiza, esta última hija de padre indígena y madre blanca, cautiva de la tribu.
Imágenes como estas se encuentran en algunos libros de historia o antropología, donde se apunta la presencia de mujeres blancas o mestizas cautivas o descendientes de cautivas en su vida en cautiverio. Y es muchas veces la leyenda la única evidencia del hecho (más allá de su veracidad), en tanto el nivel de aculturación por parte de esas mujeres en cautiverio es tan grande que tienden a pasar desapercibidas en gran medida debido a que no se les permitía conservar elementos de su propia cultura, como su vestimenta.
Considerando la existencia de este tipo de imágenes en otro contexto y también en Latinoamérica ¿Podrían pensarse entonces las fotografías de Milet como retratos de mujeres cautivas o mestizas, llevadas al espacio del estudio fotográfico por el interés social o histórico que su figura genera?
[1] Y más tarde, y recientemente, incluso representaciones cinematográficas.