El álbum de Recaredo Tornero es comúnmente mencionado entre los principales libros sobre Chile publicados en la historia del país, que se ubica en relación con el período republicano en un lugar similar al que tiene La histórica relación del Reyno de Chile, de Alonso Ovalle, para el período colonial. En la actualidad, es considerado una poderosa fuente de información documental por los historiadores, debido al carácter confiable de sus referencias y al concepto documental del libro que responde a la voluntad de entregar información sobre Chile procesada y sistematizada en varios niveles: territorio, obras públicas, institucionalidad y usos y costumbres. En su estructura, el libro se atiene al carácter de la guía descriptiva del territorio, pero sus tres partes ofrecen ciertas variantes a este género que dan cuenta de decisiones editoriales específicas. Según la descripción propuesta por el historiador Hugo Ramírez:
En la primera parte agrupa bajo la forma de guía descriptiva, una multitud de datos históricos, geográficos, geológicos, meteorológicos, demográficos y estadísticos sobre cada una de las capitales de provincia de entonces y de los puertos principales. Llama la atención que en esta parte al comienzo [el libro] no se encuentra estructurado en estricto orden geográfico norte-sur, sino de acuerdo con su importancia nacional, siendo así que inicia su interesante recorrido por Chile tratando primeramente de la provincia de Santiago y Valparaíso; para después seguir con Atacama, Coquimbo, Aconcagua, Colchagua, Curicó, Talca, Maule, Ñuble, Concepción, Arauco (Territorio Conquistado y Territorio Indígena), Valdivia, Llanquihue, Chiloé y Magallanes. Además de los datos de que hablamos más arriba, entrega también la descripción de cada ciudad, de sus edificios públicos, templos y establecimientos de beneficencia, dando igualmente una reseña sobre el estado de la instrucción pública, su población, sus recursos, sus producciones, su comercio y sus empresas industriales. En la segunda parte, y bajo el título Descripción Jeneral del Territorio, recopila todos los antecedentes que cree necesarios para el exacto conocimiento del país, muchos de los cuales estaban diseminados en diversas publicaciones. En efecto, en esta parte sus asertos proceden principalmente de las investigaciones de Ignacio Domeyko, Rodulfo Philippi, Amadeo Pissis, Benjamín Vicuña Mackenna, Claudio Gay, Pedro Lucio Cuadra, Federico Geisse, Paul Treutler y Alcide D’Orbigny, entre otros. Cabe dejar constancia -así también- de la inclusión en esta parte de unos valiosos cuadros estadísticos relativos al campo chileno. La tercera y última parte, intitulada Usos i Costumbres Nacionales, bosqueja a grandes rasgos la psicología, usos y costumbres más resaltantes de la sociedad chilena de esa época, las cuales forman un conjunto de valiosas estampas sobre el ser nacional[1].
Además del valor recopilatorio y documental que tiene por sí mismo el material visual, textual y estadístico que compendia, el libro de Tornero exhibe también claros objetivos promocionales: sus más de 500 páginas lujosamente editadas presentan a un país pujante en términos productivos y dotado de la institucionalidad propia de una república en proceso de consolidación, como también de elementos culturales aglutinantes, que se revelan en la existencia de un conjunto de “usos y costumbres” como las que son abordadas en su tercera y última parte. Esto, unido a la presentación y puesta en imágenes de un territorio “largo”, que se extiende para entonces entre Atacama y Magallanes, hace del discurso del libro una muestra muy clara de los afanes propios de la época por ir construyendo una definición cultural de lo nacional, en un momento clave, además, en que esta definición viene a respaldar políticas estatales, como el proceso de incorporación al Estado chileno de la zona mapuche, que ya había comenzado para la fecha de publicación del impreso[2].
La orientación internacional del libro es otra de sus características sobresalientes. Su porte monumental y su factura lujosa al amparo de la industria europea de estampas, habla de la voluntad de proyectar al mundo una imagen atractiva de Chile, como una nación suscrita con entusiasmo a la causa del progreso. No en vano Tornero califica a Chile en la introducción del libro, como una república latina que, siendo la primera en contar con trenes y alumbrado eléctrico, “ha marcado siempre la vanguardia de la civilización”.[3]
La importancia histórica del libro radica por último en el prestigio que le aportan los capitales culturales y simbólicos exhibidos por su autor, el también editor Recaredo Santos Tornero, hijo de Santos Tornero Montero, comerciante español que se hizo cargo de la imprenta y el diario El Mercurio a partir de 1842. Sin haberlo fundado, Tornero (padre) había convertido a El Mercurio en una referencia del periodismo impreso y había logrado dotar al diario de una solvencia económica que le permitía operar como una fuente de ideas independientes que provenían de la pluma de prestigiosos columnistas, como Sarmiento, Lastarria, Vicuña Mackenna y los hermanos Amunátegui. Al mismo tiempo, el padre de Recaredo había dado vuelo al negocio editorial, publicando cuantioso material de divulgación y enseñanza, e impulsando también el comercio del libro. Tanto la Librería Española, el primer negocio especializado en este rubro que se conoció en Chile, como La Antigua Librería de Santiago, sostenidas por la familia del editor, importaban las últimas novedades del mundo de los libros y funcionaban, por esto mismo, como centros de una creciente transferencia cultural entre Chile y Europa.
Recaredo Santos, en colaboración con su hermano Orestes, se había hecho cargo en 1865 de las empresas familiares, llamadas en su conjunto El Mercurio, y en esa condición –de librero, editor e impresor– puede presumirse que tenía acceso privilegiado al conjunto de los materiales que reunió y organizó en el libro Chile ilustrado. Si se ponen a foco los componentes más comerciales del emprendimiento, puede decirse que el libro es parte de la cruzada familiar de los Tornero por dar tiraje a la industria editorial en Chile, en la que tenían una posición relevante avalada por los capitales culturales que también ostentaba la familia.
[1] Hugo Ramírez Rivera, «Don Recaredo Santos Tornero y Olmos de Aguilera y su Chile Ilustrado» (Santiago: Revista de Geografía Norte Grande Nº 24, 1997), 289-290.
[2] El proceso de ocupación de la Araucanía emprendido por el gobierno chileno hacia 1860, se encontraba ya en sus últimas fases para el año de la publicación del libro. Las últimas campañas de ocupación, que marcaron el fin de la autonomía territorial mapuche, tuvieron lugar entre los años 1870 y 1883.
[3] El libro se refiere a Chile como un país que “entre las repúblicas latinas ha sabido hacer aplicación de los grandes descubrimientos de la ciencia, que ha oido resonar en sus valles el silbido de la primera locomotora que cruzara el continente Sud-Americano, que el primero tambien, ha unido sus ciudades principales por medio del alambre eléctrico i que, en una palabra, ha marcado siempre la vanguardia de la civilización” Recaredo Santos Torneno, Chile ilustrado (Valparaíso: Librerias i ajencias del Mercurio; Imprenta hispano Americana de Rouge, Dunon y Fresne, 1872), p. V.