Sin duda, lo pintoresco es una categoría estética compleja, que tuvo diversas derivas entre los siglos XVIII y XIX en Europa y que precisamente por su carácter proteico ha sido revisada y pensada desde diferentes frentes y lugares de enunciación. Como señalan quienes se han dedicado profusamente a este tema[60], pintoresco es una categoría estética elaborada teóricamente durante el siglo XVIII, cuyas bases conceptuales fueron aportadas por el británico William Gilpin, a lo cual siguieron las contribuciones de Uvedale Price y Richard Payne Knight, entre otros[61]. Será el propio Payne Knight quien dará cuenta del origen de la palabra pintoresco: “picturesque” significa “según la manera de los pintores”[62] o desde el punto de vista de los pintores. Este punto de vista estaba referido, por supuesto, a la naturaleza; a una manera de acercarse a ésta que comportaba una mirada desinteresada, ya no sustentada en la utilidad sino en ciertos valores estéticos[63]. De modo que hacia fines de este siglo, lo que entrará en disputa es precisamente la identificación de aquellos valores que definirían o modelarían “lo pintoresco”, y su diferenciación con otras categorías estéticas emparentadas como lo bello y lo sublime.
Si bien autores como Price sostenían que lo pintoresco era una cualidad intrínseca a ciertos objetos o escenas, otros como Archibal Alison argumentaban que no existían cualidades inherentemente pintorescas en los objetos, es decir, no se trataba de una cuestión objetiva sino de una particular mirada sobre éstos: “los objetos pintorescos eran sencillamente los que le recordaban a una persona pinturas que había visto”[64]. En este sentido, para ciertos teóricos, existían escenas o elementos de la naturaleza que eran adecuados para ser representados pictóricamente no precisamente por el motivo en sí, sino más bien por las cualidades visuales que de éstos pudieran abstraerse. Para los autores ingleses estas cualidades eran las que artistas como Claude Lorrein y Salvatore Rosa, entre otros, encontraban en los objetos de la naturaleza y que luego reelaboraban en sus cuadros, creando paisajes ideales pero vinculados con formas y aspectos de la realidad.
Las cualidades visuales tenían que ver con cuestiones de orden composicional, aplicación de luces y sombras, de color y utilización de escalas tonales. Por ejemplo “las rocas eran apropiadas para recibir ‘ligeros toques de luz’”[65] las montañas para estudiar contrastes entre colores, las cascadas proveían las condiciones para trabajar el brillo y el movimiento, los árboles robustos para poner énfasis en el primer plano, etc. Lo que hace la pintura, entonces, es “acentuar las cualidades visuales de la naturaleza”[66], educando la mirada para inspeccionarla (a la naturaleza) con apreciación pictórica. Los cuadros de paisaje se convirtieron, así, en guías que señalaban al público no experto (los no artistas) qué elementos de aquella debían apreciarse y de qué manera.
De modo que “pintoresco” en tanto categoría estética implicó hacia fines del siglo XVIII la elaboración y educación de un gusto particular. Ahora bien, son justamente los valores estéticos que modelan el gusto pintoresco los que no encontraron total acuerdo entre los teóricos precursores ni entre quienes abordaron este problema con posterioridad. Se trata, hasta hoy, de un terreno de indeterminaciones y de variaciones, y tal como ha planteado Pablo Diener, “difícilmente podría citarse una definición universalmente válida para lo pintoresco”[67]. No obstante, es igualmente posible apreciar la existencia de ciertos rasgos que se reconocieron como constitutivos de esta categoría, entre los que cuentan la variedad, la riqueza, la irregularidad, la inestabilidad, lo vigoroso y lo accidentado. Y aunque algunos de estos aspectos se allegan a una noción más bien tosca del paisaje, lo pintoresco pareciera exigir su compensación apelando a la armonía y la fluidez. Es por ello que en ocasiones lo pintoresco guardará relación con lo sublime, pero se le apartará lo suficiente para que la experiencia en la naturaleza sea de goce y deleite y no prevalezca un sentimiento de horror. Así, montañas escarpadas, ríos serpenteantes, cascadas accidentadas y ruinas vetustas fueron constituyéndose –gracias a sus cualidades formales y a su capacidad de encarnar los valores estéticos ponderados por autores y artistas— en motivos propiamente pintorescos, llegando a instituirse, incluso, como prototipos identificables de esta categoría estética.
Pero, como se ha planteado, originalmente lo pintoresco tenía que ver con cualidades visuales abstractas, es por ello que no sería apropiado hablar de un paisaje estrictamente pintoresco o, mejor dicho, no podría existir un lugar específico e identificable en la naturaleza que respondiera completamente a la categoría de lo pintoresco. De manera que el concepto encierra una interesante tensión entre lo particular y lo ideal (generalizable), ya que las cualidades abstractas relacionadas a lo pintoresco pueden verificarse en elementos concretos presentes en el entorno natural. Como consecuencia de ello, la búsqueda de lo pintoresco en la naturaleza jamás acaba, porque la expectativa de hallar la forma ideal nunca se satisface completamente. Es, como plantea Christopher Hussey, la expectación y el placer de descubrir nuevas escenas pintorescas lo que motiva incansablemente al viajero a emprender la siguiente excursión[68].
(Este apartado corresponde a investigación en curso de M. J. Delpiano)
[60] Como Christopher Hussey y Javier Maderuelo por nombrar sólo algunos.
[61] Javier Maderuelo, “El punto de vista de Christopher Hussey”, en Lo pintoresco. Estudios desde un punto de vista (Madrid: Biblioteca Nueva, 2013), 17.
[62]Christopher Hussey, Lo pintoresco. Estudios desde un punto de vista (Madrid: Biblioteca Nueva, 2013), 43.
[63] Para un completo análisis sobre la transformación cultural de la mirada sobre la naturaleza en occidente ver: Javier Maderuelo, El paisaje. Génesis de un concepto (Madrid: Abada, 2005).
[64] Christopher Hussey, Lo pintoresco, 41.
[65] Christopher Hussey, Lo pintoresco, 173.
[66] Christopher Hussey, Lo pintoresco, 30.
[67] Pablo Diener, “Lo pintoresco como categoría estética en el arte de viajeros. Apuntes para la obra de Rugendas”, en Historia, No 40, Vol. II (Santiago: julio-diciembre 2007), 290.
[68] Christopher Hussey, Lo pintoresco, 129.