En cuanto a los artífices que trabajaron en la realización de estos grabados, las investigaciones preliminares permiten determinar que se trata de un conjunto de artesanos con escasa inscripción en el mundo del arte pero con cierta relevancia y prestigio en el campo de la ilustración impresa. Como se ha formulado antes, es casi seguro que los dibujantes no estuvieron en Chile haciendo sus propios apuntes o croquis, como solía ocurrir con artistas viajeros e incluso con los cronistas gráficos que trabajaban en importantes revistas de viajes de la época, sino que produjeron las estampas a partir de imágenes de referencia, bajo el mandato y supervisión del impresor Lemercier (y probablemente teniendo alguna idea escasa sobre Chile). La labor de interpretación de las imágenes recibidas como modelo que realizaron estos ilustradores es, entonces, clave para comprender la naturaleza de su intervención. Esta labor interpretativa no transforma su producción en aquella que suele recibir el nombre de “grabado de interpretación”, el que implica versionado de obras de arte bajo un régimen igualmente artístico y autoral que el que ostenta el modelo. Los ilustradores del libro no “interpretaron” las imágenes según su gusto y criterio, en el sentido de producir “lecturas personales” de ellas. Su trabajo de traducción fue estrictamente funcional, sin que deba descartarse por ello la importancia del saber, la tradición, la educación manual y la cultura visual invertidos en el procedimiento, todo lo cual deja huella en el resultado.
En el caso de las fuentes fotográficas, es posible que los ilustradores se hayan valido del ya referido sistema del cliché verre, o de algún otro que permitiera obtener un modelo de líneas a partir de la propia matriz fotográfica, pero aun así, como veremos más adelante, estos agentes actuaron como editores de algunos elementos presentes en las fuentes, agregaron otros nuevos que consideraron adecuados para responder al cometido estético del libro y, sobretodo, impusieron su marca en el estilo documental con rasgos decorativos que ostentan las imágenes.
El trabajo de rastreo de firmas, incluidas generalmente en los dos costados de la parte inferior de la imagen, para los grabados en madera, y al pie (del lado izquierdo) para las litografías, nos ha permitido establecer que existen tres ilustradores implicados de manera principal en el proyecto: Frédéric Sorrieu (quien se identifica con la firma de F. Sorrieu), Francois Auguste Trichon (Trichon) y Fréderic Lix (F. Lix), todos ellos con una trayectoria reconocible al interior de la industria francesa de la estampa y vinculados al taller Lemercier&Cía por proyectos previos.
Otras firmas menos presentes en los grabados del libro son por ejemplo las de Lasnier, un discípulo de Jacques-François-Gaudérique Llanta, que realiza las litografías de personajes célebres, lo que nos hace pensar que era un especialista en esta materia, y las de Fesquet y Smeeton (estos dos últimos quienes, dibujante y grabador respectivamente, reproducen dos de las pinturas de Manuel Antonio Caro). Smeeton, cuyo nombre completo es Burn Cosson Smeeton, era un grabador inglés que trabajaba en París como miembro de un grupo integrado por Nanteuil, Best, Leloir y Pisan. Ilustró para L’Illustration, sin lugar a dudas el diario francés ilustrado más importante del siglo XIX[52]. La firma Ferdinandus, que también aparece al interior del libro podría pertenecer a Alexandre Ferdinandus, (18XX -1888) pintor, dibujante e ilustrador francés que colaboró para La Presse illustrée, suplemento semanal ilustrado de La Petite Presse. Más adelante abordaremos particularmente la ilustración de una cascada, asociada a esta firma.
El libro también incluye grabados en madera realizados por Midderigh, Ellman y Riballi, de quienes no fue posible encontrar referencias de interés.
[52] Ver R. K. Engen, A dictionary of Victorian Wood engravers (Cambridge: Chadwyck-Healey, 1985).