Por: Ana María Risco y Ma. José Delpiano
En la aproximación introductoria hemos establecido ciertas consideraciones básicas para pensar las relaciones que el medio fotográfico, en su calidad de invento de la industria y el arte europeos, estableció de manera temprana con otros medios de la imagen visual preexistentes y dotados de arraigo cultural, como la pintura y las diversas formas de grabado que tenían lugar dentro de la tradición artística y artesanal y se difundían a públicos amplios por medio de la industria de la estampa y la impresión. En este capítulo, nuestro interés se centra en observar cómo esas interacciones entre los medios agudizadas por la aparición, desarrollo y difusión de la fotografía dentro y fuera de Europa pudieron incidir en la conformación de ciertos repertorios de imágenes que respondieron a necesidades de representación propias de contextos latinoamericanos y, específicamente, en el perfilamiento de la cultura visual chilena del último tercio del siglo XIX.
Las imágenes del libro Chile ilustrado, publicado por Recaredo Santos Tornero en 1872, se prestan para iniciar tal observación por varias razones. En primer lugar, porque se trata de imágenes totalmente facturadas en París, al interior de aquella plataforma de producción industrial de estampas que estaba precisamente afecta y atenta a los avances de la fotografía; en segundo lugar, porque ellas son efecto de una traducción de diversos medios, pero especialmente de la fotografía, a la técnica del grabado –lo que da cuenta de la ubicación de este repertorio en medio de las tensiones que experimenta la imagen impresa en virtud de la agencia “modernizadora” de la fotografía– y en tercer lugar, porque su cuidada factura representa el afán de crear y difundir una imagen de Chile capaz de entrar, por sus niveles de calidad y familiaridad con los hábitos visivos europeos, en contacto con los canales internacionales para la circulación de imágenes. En ellos, las diversas potencias y naciones en proceso de consolidación daban a ver sus patrimonios materiales y desarrollos culturales e institucionales, como una necesaria carta de presentación y negociación en el contexto mundial.
Muchas tradiciones visuales confluyen, por otra parte, en las imágenes que presenta el libro, en la medida en que sus grabados son resultado de la decantación de imágenes preexistentes, producidas originalmente no solo en diversas técnicas sino también en diversos períodos. Entre las fuentes de los grabados que contiene el libro, hasta hoy consideradas casi siempre en su condición de apoyo gráfico a su texto, se encuentran retratos y escenas costumbristas grabadas por artistas viajeros desde principios del XIX, pinturas académicas realizadas por pintores chilenos o residentes en el país, como también fotografías del territorio realizadas entre los años 50 y 60s.
En este ensayo propondremos que este conjunto variopinto de imágenes, muy probablemente reunidas por el mismo Recaredo Tornero para ser usadas como fuentes de los grabados del libro, adquirió coherencia estética gracias al trabajo coordinado del conjunto de agentes europeos -ilustradores, grabadores, impresores- que participaron de su factura. Estos agentes tenían su lugar y su función al interior de una plataforma productiva que había hecho gran parte de su fortuna hacia mediados del siglo XIX publicando estampas pintorescas, tanto como revistas y libros ilustrados de viajes y lugares exóticos, en cuyas delicadas ilustraciones tomaba cuerpo una visión idílica y romántica del paisaje como también la fantasía exploratoria y aventurera propia de la conciencia colonial.
Sostendremos de manera hipotética que en el repertorio visual del libro Chile ilustrado, tocado por la influencia de la fotografía, se deja sentir (en su deriva probablemente terminal) la estética de lo pintoresco, constituida como una fórmula para la visualización de lugares y sujetos de regiones remotas del mundo “al modo de la pintura”, en una época en que la pintura de paisajes comenzaba a alcanzar notoriedad como género y en que Europa era todavía un continente ávido de experiencias en nuevos territorios. Este giro al “pintoresquismo” presente en los grabados del libro –muy probablemente derivado del repertorio de soluciones “a la mano”, manejadas por los artesanos y artífices de la industria francesa que los elaboraron– se fundiría, en el concepto editorial del impreso, con las nuevas formas de visualización de paisajes que está proponiendo la fotografía hacia el último tercio del siglo y con el propósito particular de Tornero, de proponer y proyectar visualmente a Chile y su territorio dentro de una lógica moderna.
Dadas las marcadas connotaciones políticas del proyecto editorial de Chile ilustrado, vinculadas a la conquista de una identidad cultural y territorial “chilena”, el conjunto de imágenes será abordado también en este ensayo como un objeto a partir del cual es posible pensar cómo las nuevas formas de difusión de la fotografía, y su tensión con las tradiciones precedentes del grabado y la pintura, influyeron en la construcción de un repertorio de imágenes identitarias.