Antes de abordar el contexto de producción de las imágenes del libro de Tornero e internarnos en la incógnita mayor que refiere a los ilustradores parisinos que las realizaron y su estatus dentro del sistema impresor, vale la pena detenerse en las fotografías de William Oliver, fuente fundamental del material visual del libro y tal vez una de las que se presenta en él de manera más abundante. La identificación de esta fuente es obra del historiador Álvaro Jara, quien hacia el año 1970, durante una pasantía en la Universidad de Berkeley tuvo azarosamente acceso a un fajo de fotografías antiguas conservado en la Bancroft Library. Al observar las imágenes con atención, pudo comprobar que eran indiscutiblemente fuentes de los grabados del libro Chile ilustrado, tras lo cual dejó en suspenso sus investigaciones habituales para dedicarse a historiar las circunstancias de producción de ese material fotográfico, como también la vida de su realizador, William Oliver, un pionero poco conocido de la fotografía en Chile del que entregó las primeras noticias en el libro Chile en 1860. William Oliver, un precursor de la fotografía[48], publicado en 1973.
Gracias a la investigación de Jara se sabe en la actualidad que este fotógrafo, de origen inglés, nacido en Valparaíso (1844) era en realidad un experto en explosivos, que recorría el país prestando asesoría a la industria minera, en ocasiones, contratado por el gobierno. El interés por la fotografía le acompañaba desde la infancia. Estando en Irvine, Escocia, donde se educó, había realizado a los 13 años su primera foto con una cámara que él mismo confeccionó, a partir de una caja de cigarros y una lupa montada en una cajita de pastillas. Ya de regreso a Chile, practicaba la fotografía igualmente premunido de una cámara rústica construida de la misma manera que la de su niñez, pero con mayor precisión[49].
Este personaje, que se mueve en el mundo de la fotografía en calidad de aficionado pero que manifiesta un interés sobresaliente por el aparato y los procesos químicos implicados en el procedimiento[51], explora con su lente, en la década del 60 (con un poco más de 16 años de edad) un paisaje natural y urbano escasamente fotografiado en ese momento, aportando registros tempranos de los territorios que le llaman la atención, fundamentalmente en Santiago, Valparaíso y en las zona salitreras. En el momento en que realiza las fotos que mucho más tarde Jara encontrará en la Bancroft Library, no se ha constituido todavía la imagen fotográfica “cliché” de ciertos lugares determinantes para la conformación de una identidad visual de Chile, como van a ser, por ejemplo, la cordillera de los Andes o la Plaza de Armas. De modo que el trabajo exploratorio de Oliver está participando en la construcción de la visualidad fotográfica de estos lugares, a partir de una mirada que es, en cierto sentido, la de un extranjero, pero que, como veremos más adelante, es también la de un observador cuyos hábitos visivos y de registro se distancian notoriamente de los que se cultivan en el contexto en que se mueven los ilustradores del libro de Tornero.
[48] Álvaro Jara, Chile en 1860. William Oliver, un precursor de la fotografía (Santiago: Universitaria, 1973).
[49] Ver descripción acuciosa de este aparato en Álvaro Jara, Chile en 1860…, 26-27.
[50] Fuente de la imagen: Álvaro Jara, Chile en 1860...
[51] De hecho, según la investigación de Jara, Eastman Kodak pide a Oliver que lo asesore en algunas materiales químicas que conducen al invento del negativo fotográfico.