La pequeña tradición litográfica en la industria chilena se remonta, según constata el grueso de la bibliografía especializada, al intento fallido de la viajera inglesa Mary Graham por litografiar un dibujo de su autoría en la primera prensa de ese tipo que existió en el país, y que fue importada por Lord Cochrane[29] desde Inglaterra a comienzos de la década de 1820. No obstante, fue en esa prensa donde se imprimieron, no sin contratiempos, las proclamas del almirante Cochrane en respuesta a la abdicación de O’Higgins, cuestión que lo posicionó en un escenario político incierto (incitándolo a dejar el país y llevándose con él la referida prensa)[30]. Estas fueron las primeras litografías registradas en territorio chileno, que correspondieron a escritos y no a ilustraciones propiamente tales.
Las primeras ilustraciones litográficas datan de 1833, contenidas en el libro de Francisco Solano Pérez titulado Memorias sobre el cultivo y el beneficio del lino y el cáñamo en Chile, un manual ilustrado destinado a incrementar la producción y comercialización de estos recursos agroindustriales. Habría sido el propio autor quien grabó las catorce láminas incluidas en la publicación, y aunque las páginas de texto se imprimieron en la Imprenta Nacional, no hay claridad acerca del taller en que se grabaron las estampas.[31] Posiblemente, éstas se produjeron en la prensa de Arman Roger, un impresor francés que se asentó en Santiago e instaló un pequeño taller litográfico en 1832, el primero del país.
Otro personaje que se sumó a la inmigración francesa de litógrafos durante los años 30 fue Jean Baptiste Lebas, quien parece haber relevado a César Hipólito Bacle en la Imprenta Nacional alrededor de 1837, y que abrió su propio negocio en el ámbito de los impresos, alcanzando una buena reputación. De su taller salió el célebre Álbum de trajes chilenos de Mauricio Rugendas en 1838, que fue litografiado, sin embargo, por el propio artista bávaro (ya que, al parecer, Lebas no era suficientemente competente con la pluma). Posteriormente, y siguiendo los pasos de la Litografía Porter (el primer taller de su especie en Valparaíso), Lebas se trasladó al puerto para reabrir el negocio. En sus prensas se imprimió la Enciclopedia de la Infancia (1857), un material didáctico de aparición semanal, editado por el pedagogo español Enrique M. de Santa Olalla, y que fue profusamente ilustrado con litografías.[32]
Durante los años 50, se produjeron algunos hitos importantes en la producción de imágenes impresas en el medio local, el más relevante fue la publicación en 1854 de Galería nacional. Colección de biografías y retratos de hombres célebres de Chile, del dibujante y grabador francés Narciso Desmadryl.[33] Quizás éstas fueron las imágenes de mejor factura relacionadas a un proyecto editorial de envergadura producidas en el país hasta ese momento. Sin embargo, la pericia técnica y el conocimiento de los litógrafos en Chile distaban bastante de lo alcanzado para esa fecha por los grabadores franceses. Así, el mismo año de 1854, el Atlas de la historia física y política de Chile de Claudio Gay debió ser impreso en París, asegurando una edición de lujo, precisamente por la finesa visual de sus estampas.
En contraste con esto, a partir de 1858, se edita la revista El correo literario, que incluyó caricaturas de Antonio Smith y de otros artistas locales como Benito Basterrica (quien fuera alumno de Ciccarelli). A partir de esta fecha se abrió un importante campo dentro del mundo editorial chileno, el de la revista caricaturesca,[34] donde la ilustración humorística y satírica adquirió gran relevancia en la generación de contenidos críticos referidos al ámbito cultural y político. Estos grabados, a diferencia de los incluidos en los libros señalados más arriba, se caracterizaron por una factura deliberadamente menos cuidada, siendo recurrente la “mala ejecución” del dibujo litográfico, donde las relaciones proporcionales de los elementos, la composición lógica del espacio y la aplicación de sombras, por ejemplo, exhibían licencias que eran impensadas para las estampas de las publicaciones de lujo como el Atlas de Gay o el Chile ilustrado.
Durante la década de 1870 existen en el país varios talleres litográficos e imprentas que también, pero en menor medida, utilizan xilografías y grabados metálicos para ilustrar sus publicaciones. Según el censo industrial de 1875, en Chile existían más de cincuenta litógrafos, en su mayoría nacionales.[35] Y aunque a inicios de los 70 la imprenta El Mercurio contaba con una estructura tecnológica bastante aceptable para el medio local, es muy probable que no poseyera una prensa litográfica ni tuviera las condiciones humanas ni técnicas para reproducir de manera masiva imágenes de buena calidad.[36] Según Soto Veragua, recién en 1902 El Mercurio de Valparaíso habría comenzado a ilustrarse con sistemas de reproducibilidad modernos, dejando atrás las toscas xilografías que acompañaban esporádicamente las notas escritas de las primeras ediciones.[37] Resulta evidente, entonces, que Santos Tornero no vio en su propio negocio, ni en ningún taller de Chile, las condiciones óptimas que exigía la producción e impresión de su refinado álbum ilustrado, y que debían responder a la exigencia de combinar caracteres tipográficos móviles e imagen en la misma matriz de impresión.
Un caso interesante de publicación impresa en esta década fue El Correo de la Exposición, un periódico que dio cuenta de los pormenores de la Exposición Internacional celebrada en 1875 en la Quinta Normal.[38] Habría sido Luis Fernando Rojas, artista formado en la Academia y luego instruido en la litografía por el impresor Alberto Saling, quien desarrolló numerosas imágenes para El Correo: “retratos de figuras públicas de la época, reproducciones de obras de arte, vistas de la muestra, e incluso el dibujo de distintas máquinas en exhibición”.[39] Es decir, Rojas fue un grabador local que tempranamente manejó con pericia suficiente varios de los estratos o dimensiones asociadas a la tradición visual de las imágenes al interior de la cultura impresa.
Será en la década de 1890 cuando, de la mano de precursores como el italiano Ángel Cresta, se introduzca de lleno el fotograbado a la industrial local, desplazando progresivamente a cualquier técnica de grabado manual destinada a la reproducción de imágenes. La revista El Payaso (1897) es un ejemplo temprano de la introducción de esta técnica en las imprentas chilenas, capaz de reproducir fotografías de manera estable, masiva y con altos grados de fidelidad en relación a la imagen referencial. Dos establecimientos que utilizaron este sistema con gran éxito y que adquirieron un peso gravitante en el mercado local finisecular fueron la imprenta Cervantes y la Barcelona. Esta última editó la revista Chile Ilustrado, que estuvo en circulación entre 1902 y 1905, y en cuyas páginas se realizó con gran éxito lo que tres décadas atrás en la publicación homónima de Santos Tornero no pudo consumarse: la reproducción de fotografías por medios mecánicos.
(Este apartado corresponde a investigación en curso de M. J. Delpiano)
[29] De origen inglés, fue almirante de la escuadra chilena desde 1819 hasta 1822.
[30] Para más antecedentes sobre este episodio, ver: Alamiro De Ávila Martel, “La litografía en Chile hasta la publicación del Álbum de Rugendas”, en Mauricio Rugendas, Álbum de trajes chilenos (Santiago: Sociedad de Bibliófilos Chilenos, 1970).
[31] Esto porque la Imprenta Nacional no habría contado con una prensa litográfica sino hasta 1936 o 1937, fecha en que Portales designó al suizo César Hipólito Bacle como “impresor y litógrafo del estado”. Ver Alamiro De Ávila Martel, “La litografía en Chile hasta la publicación del Álbum de Rugendas”, 45.
[32] La Enciclopedia de Santa Olalla incluía diversas secciones: poesía, ciencias, historia, biografías de hombres/mujeres/niños célebres, entre otros. Se destaca acá la sección destinada a los “tipos chilenos” que describía y representaba visualmente a sujetos populares modélicos y sus respectivos oficios.
[33] Desmadryl contaba con su propio taller litográfico, que en el diagrama local de la industria de impresos podría considerarse más bien una suerte de enclave.
[34] En esta década y en las siguientes se publicaron revistas de sátira política como El Charivari y La linterna del diablo.
[35] Bernardo Subercaseaux, Historia del libro en Chile, 68.
[36] Funcionaba eso sí en Valparaíso la Litografía Gillet, de gran prestigio y donde más tarde se formó Alejandro Fauré, ilustrador de la revista Chile Ilustrado de la Imprenta Barcelona.
[37] Jorge Soto Veragua, Historia de la imprenta en Chile, 155.
[38] Sobre la Exposición Internacional y específicamente El Correo de la Exposición ver la selección de documentos y el estudio de Marcela Drien en la web “Documentos para la comprensión de la historia del arte en Chile”, Departamento de Arte, Universidad Alberto Hurtado: http://documentosartechile.cl/tema/exposicion-internacional-de-1875/
[39] Eduardo Castillo, “La Escuela de Artes aplicadas en la educación chilena”, en Artesanos, artistas y artífices. La Escuela de artes Aplicadas de la Universidad de Chile 1928-1968, ed. Eduardo Castillo (Santiago: Ocho Libros, 2010), 30.