Esta serie visual está compuesta por imágenes realizadas a través de la técnica del mosaico, el tapiz, o el cloisonné, y por otras imágenes en las que sus respectivas tramas son imitadas. Aquellas que son elaboradas a partir de cualquiera de esas tres técnicas pueden ser consideradas discontinuas, en la medida en que son configuradas mediante la yuxtaposición de unidades de distinto tono o color que, una vez terminada la imagen, siguen siendo percibidas como tales –a diferencia de lo que sucede en cambio en medios continuos como el de la pintura.
En la primera imagen aparece una crucifixión hecha en mosaico. En la segunda aparece ese mismo motivo en una pintura mural, pero en la que curiosamente es imitada la textura de las teselas –tal como se alcanza a observar en las franjas de color amarillo. En la tercera y cuarta imagen la apariencia reticulada del mosaico también es imitada, pero en las nervaduras de la bóveda de la iglesia. En cualquiera de los dos casos es probable que la representación de la discontinuidad del arte musivo haya respondido a la inquietud por expresar la magnificencia asociada a este medio en particular, en territorios en los que por una razón u otra había caído en desuso.
La quinta imagen corresponde a uno de los tapices que forman parte de la célebre serie del unicornio. Los frescos que aparecen en las siguientes dos imágenes, y que decoran los muros de la denominada Sala de las Batallas de El Escorial, no simulan la trama horizontal que caracteriza a este tipo de imagen discontinua, sino en cambio su compartimentación rectangular. Autores como Nello Forti Grazzini han señalado que es posible que esa simulación haya sido utilizada como recurso retórico, dado que permite administrar visualmente los diferentes episodios que forman parte de una misma historia. De hecho, la representación de los pliegues laterales –prácticamente una trampa al ojo– pareciera acentuar la separación entre una tela y otra.
Finalmente, en la octava imagen vemos a un águila confeccionada a través de la técnica del cloisonné, cuya discontinuidad estaría dada por la compartimentación en diferentes zonas o áreas de color. Las otras dos imágenes que vienen después corresponden a la iluminación de una página del Libro de Durrow, manuscrito celta realizado alrededor del año 700. Tal como se alcanza a apreciar, la disposición de la cabeza y el diseño de las plumas demuestran que los iluminadores no solo se basaban en broches similares a este para la elaboración de sus pinturas, sino que además parecían trabajar toda la página y resto del libro como si de una pieza orfebre se tratara.
Serie elaborada por Paula Dittborn